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También los chaneques le hacen
travesuras escondiéndole su bordón y
haciéndole cosquillas en las patas de
trapo, lo que hace que ella se ría con
enormes carcajadas que despiertan a
los coyotes, topos, guajolotes y a los
colibríes de los alrededores.
Al lograr vencer al rocío, las
campanas y los chaneques, espanta
los sueños tranquilos de Liliana.
Dándoles golpes con su bastón, hace
a los sueños a un lado y, con la ayuda
de su gato, sube en una pesadilla y en
ella se desliza hasta llegar a la niña,
que se sobresalta cuando siente que
la vieja y el gato están sentados a los
pies de su cama.