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Los días pasan lentamente.
La niña desea que sus pesadillas
desaparezcan aunque para ello tenga
que cruzar los patios de noche.
Liliana toma prestada una vela
grande y gruesa del arcón donde su
abuelo las esconde, pues son tiempos
difíciles en los que el dinero y las
velas escasean.
Llega la noche esperada. Liliana
con su vela en la mano y mucho
miedo, abre la puerta del primer
patio. En el segundo patio una ráfaga
de viento helado le apaga la llama; a
pesar de ello decide valientemente
seguir hasta el lugar indicado. Avanza
a tientas y tropieza con la puerta
que guarda el tercer patio. La niña
la empuja con todas sus fuerzas;
ésta cruje y después de rechinar
horriblemente, se abre.
¡Cuál no sería su sorpresa al ver el patio iluminado
por miles de luciérnagas, que revolotean alrededor de
doña Aparición!