Problematizas confictos de
la práctica médica y la bioética
De igual modo, los contextos en los que hablamos de dolor, de crueldad, de sadis-
mo, de trato inhumano, de explotación, etc., son básicamente iguales, si bien en el
caso del hombre pueden ser mucho más variados y sofsticados. Pero la realidad
de la continuidad nos permite decir que sólo cuando haya argumentos muy fuertes
en contra, los principios éticos que nos parecen evidentes en el caso de los huma-
nos seguirán siendo “válidos” en el caso de los animales. Esto es obvio: podemos
estar de acuerdo con la idea de que no es permisible torturar humanos, por lo tanto
tampoco es legítimo o aceptable torturar animales. No debemos por ningún motivo
(en condiciones normales) matar humanos y en general no debemos matar anima-
les, pero aquí es imposible no introducir atenuantes.
Si fuéramos caníbales, entonces nadie objetaría a que matáramos humanos. Como
no lo somos, tenemos que matar animales para comer, pero de que tengamos que
matar animales para comer no se sigue que tengamos que hacerlo a escala indus-
trial, desperdiciando la vida, atormentándolos al modo como se hace en la actuali-
dad, esto es, de diez mil formas para que el producto resulte de mejor calidad (por
ejemplo, para que la carne sea blanda, la ternera tiene que ser anémica, para que
el flete sea de primera (hablo de un flete de 350 dólares) el animal tuvo que haber
sido alimentado con cerveza, para que foie gras sea exquisito, se le tiene que re-
ventar el hígado al ganso retacándolo de castañas, así indefnidamente.
El argumento entonces es el siguiente: debemos luchar por un cambio radical en
nuestro trato hacia los animales porque quien no lo hace podrían hacer lo mismo
con seres humanos. El argumento, quiero insistir, no es
ad hominem
: no estoy
extrayendo mi argumento de una acusación a alguien en particular para luego
generalizar.
Me parece que esta es la única forma de reconocerle derechos a los animales,
derechos cuyo límite lo fjarán en última instancia los intereses objetivos humanos.
He tratado de hacer ver que en la actualidad se hace patente la necesidad de un
cambio en nuestro trato y conducta hacia los animales es porque nosotros mismos
nos rebelamos en contra de lo que hemos instaurado. El punto es que cómo nos
aFecte dicho trato es algo que se modifca con los cambios sociales e históricos
que vivimos. No es un asunto de que se resuelva con epítetos, como “civilizado”,
“culto” o “bárbaro”.
Por ejemplo, los más reacios a abandonar la horripilante tradición de la caza de zo-
rros es la refulgente aristocracia británica, esto es, gente que aparte de muy rica e
in uyente políticamente es egresada de las mejores universidades del Reino Uni
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do. En la actualidad se ha generado una conciencia en favor de los animales por
el simple hecho de que somos todos testigos de la esclavitud a la que los tenemos
sometidos. Yo pienso, por razones que ya aduje, que dicho cambio es bienvenido.
Pero en este punto es menester ser prácticos o pragmáticos.
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