En su trabajo no habría vacilaciones, tropiezos, temblores ni errores. Eso iba
unido a la especialización tan deseada por la humanidad que pocos robots
poseían ya un cerebro independiente. Claro que un cirujano necesita cerebro,
pero éste estaba tan limitado en su capacidad que no reconocía a Andrew. Tal
vez nunca le hubiera oído nombrar.
—¿Alguna vez ha pensado que le gustaría ser un hombre? —le preguntó An
-
drew.
El cirujano dudó un momento, como si la pregunta no encajara en sus sendas
positrónicas
.
—Pero yo soy un robot, señor.
—¿No sería preferible ser un hombre?
—Sería preferible ser mejor cirujano. No podría serlo si fuera hombre, sólo si
fuese un robot más avanzado. Me gustaría ser un robot más avanzado.
—¿No le ofende que yo pueda darle órdenes, que yo pueda hacerle poner de
pie, sentarse, moverse a derecha e izquierda, con sólo decirlo?
—Es mi placer agradarle. Si sus órdenes interFriesen en mi funcionamiento
respecto de usted o de cualquier otro ser humano, no le obedecería. La primera
Ley, concerniente a mi deber para con la seguridad humana, tendría prioridad
sobre la Segunda Ley, la referente a la obediencia. De no ser así, la obediencia
es un placer para mí.
.. Pero, ¿a quién debo operar?
—A mí.
—Imposible. Es una operación evidentemente dañina.
—Eso no importa —dijo Andrew con calma.
—No debo in igir daño —objetó el cirujano.
—A un ser humano no, pero yo también soy un robot.
Isaac Asimov,
El hombre bicentenario,
biblioteca/Ficcion/IsaacAsimov/IsaacAsimovElHombreBicentenario.pdf
consultado el 28 de febrero de 2014.
96
B
loque
II
Reconoces el género narrativo