Comprendes y analizas las características del cuento
combado
del
trole
. Siguiendo por estas vías, llegué en seguida a un coche ama-
rillo que ostentaba el número 1852, con
fuelle
de acoplamiento, del tipo de doble
vagón, en
boga
entre 1900 y 1910. Estaba vacío, aunque evidentemente a punto
de arrancar; tenía el trole pegado al cable y el freno de aire resoplaba de cuando en
cuando bajo el piso del vagón. Me subí a él, y miré en vano a mi alrededor tratando
de descubrir un interruptor de la luz.
.., entonces noté la ausencia de la palanca de
mando, lo que indicaba que no estaba el conductor. Me senté en uno de los asientos
transversales. A continuación oí crujir la yerba escasa por el lado de la izquierda, y vi
las siluetas oscuras de dos hombres que se recortaban a la luz de la luna. Llevaban
las gorras reglamentarias de la compañía, y comprendí que eran el cobrador y el con-
ductor. Entonces, uno de ellos olfateó el aire aspirando con fuerza, y levantó el rostro
para aullar a la luna. El otro se echó a cuatro patas dispuesto a correr hacia el coche.
Me levanté de un salto, salí
frenéticamente
del coche y corrí
leguas
y leguas por la
meseta, hasta que el cansancio me obligó a detenerme.
.. Huí, no porque el cobrador
se echara a cuatro patas, sino porque el rostro del conductor era un mero cono blan-
co que se estrechaba formando un
tentáculo
rojo como la sangre.
……………………………………………….
.
Me di cuenta de que había sido sólo un sueño; sin embargo, no por ello me resultó
agradable.
Desde esa noche espantosa lo único que pido es despertar.
.., ¡pero aún no ha podido
ser!
¡Al contrario, he descubierto que soy un habitante de este terrible mundo
onírico
!
Aquella primera noche dejó paso al amanecer, y vagué sin rumbo por las solitarias
tierras pantanosas. Cuando llegó la noche aún seguía vagando, esperando desper-
tar. Pero de repente aparté la maleza y vi ante mí el viejo tranvía.
.. ¡A su lado había un
ser de rostro cónico que alzaba la cabeza y aullaba extrañamente a la luz de la luna!
Todos los días sucede lo mismo. La noche me coge como siempre en ese lugar de
horror. He intentado no moverme cuando sale la luna, pero debo caminar en mis sue-
ños, porque despierto con el ser aterrador aullando ante mí a la pálida luna; entonces
doy media vuelta, y echo a correr desenfrenadamente.
¡Dios mío! ¿Cuándo despertaré?»
Eso es lo que Morgan escribió. Quisiera ir al 66 de la Calle College de Providence;
pero tengo miedo de lo que pueda encontrar allí.
H. P. Lovecraft,
El ser bajo la luz de la luna
com/textos/cuentos/ing/lovecraf/el_ser_bajo_la_luz_de_la_luna.htm,
consultada el 30 de mayo de 2014.
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