Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia
tibiamente con su hocico, rozándolas apenas,
las florecillas rosas, celestes y gualdas.
.. Lo llamo
dulcemente: “¿Platero?”, y viene a mí con un
trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé
qué cascabeleo ideal…
97