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—¡Ay, abuelita, qué orejas tan grandes tienes! —dijo
Caperucita, extrañada.
—Son para oírte mejor —respondió el lobo, disimulando la voz.
—Abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes!
—Son para verte mejor.
—Abuelita, ¡qué dientes tan grandes tienes!
—¡Son para comerte mejooor! —y diciendo esto, el lobo se
abalanzó sobre la niñita y la devoró. Tenía la barriga tan llena
que se quedó dormido en la cama.
Un cazador que pasó por ahí escuchó los horribles ronquidos
del lobo y pensó: “¡Qué raros ronquidos los de la abuela! Pasaré
a ver si está bien”.
Al abrir la puerta vio al lobo tumbado en la cama. El cazador
sacó su cuchillo y cortó el vientre del lobo. Dentro, encontró a la
abuela y a Caperucita, ¡vivas!
Caperucita y su abuela agradecieron que todo hubiera
quedado sólo como un gran susto.
Versión libre de un cuento de Charles Perrault
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