¿Cuántos puntos descubriste al explorar tu kinesfera? ¿Puedes enumerarlos? Escribe o dibuja
tu experiencia de las exploraciones y las sensaciones que te produjo.
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Las direcciones
Los seres humanos nos movemos en un espacio que incluye tres dimensiones: ancho, largo y
profundo. Podemos percibir este espacio tridimensional gracias a la forma en que están
construidos nuestros cuerpos, a la arquitectura de los edificios en que vivimos y a la forma del
mundo que habitamos. Muy otra sería nuestra visión del espacio si nuestro mundo fuera
bidimensional, solamente ancho y largo.
Imagina que eres una hoja de papel y que sólo puedes moverte en dos dimensiones, porque no
tienes profundidad y no puedes moverte hacia delante o hacia atrás. Sólo hacia arriba y abajo y
a los lados.
Por nuestra naturaleza necesitamos referencias para orientarnos en el espacio. Nos movemos
en relación con un “piso”, un “techo” o un “cielo”, y en lados limitados, sean paredes, edificios,
calles, etcétera. Por regla, nos movemos en un espacio definido, un cuarto, un salón o un
escenario, en donde ya están establecidas las direcciones que nos sirven para orientarnos.
En la vida cotidiana, un bebé empieza por darse cuenta de su espacio personal. Identifica las
direcciones a través de su propio cuerpo. Descubre que
su cabeza está arriba y sus pies abajo;
que tiene un frente, un atrás y dos lados, que posteriormente podrá nombrar como lado derecho
y lado izquierdo. Poco a poco comienza a relacionarse con su cuarto y, más adelante, con el
mundo.
En muchas actividades, como el deporte, la gimnasia y la danza, nos orientamos por medio de
nuestras direcciones personales, o con las exigencias de la ley de la gravedad, aunque a ratos
tratemos de contrariarla. En nuestra vida diaria, de acuerdo con el salón en el que trabajamos o
el cuarto donde vivimos, nos orientamos gracias a algunos puntos focales, como otras personas,
un espejo, una ventana y demás objetos.
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