SECUENCIA 11
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escena retrospectiva en la
que
una
Ella
más
niña,
aunque igual de despeinada,
observa el cuidado con el
que su madre se maquilla,
mientras le dice, con la
gracia de una reina:
—Ya lo sabes, precio-
sa: las niñas buenas no
toman tequila, sino
Shir-
ley Temples
.
Termina la escena y
de vuelta al rostro de Ella,
ahora con ojos rojos e inyectados. Se encuentra en una
casa a oscuras, llena de humo, “jipis” y greñudos por
doquier, sentados en flor de loto tan inmóviles que pa-
recen estar jugando a las estatuas de marfil, una, dos y
tres así, ríe Ella una risa estridente mientras enciende
de nuevo la pipa verde que contiene una hierba verde,
para que sus ojos verdes se pongan… ¡rojos! (He aquí
nuestro primer error cromático.)
—Las niñas buenas no fuman, y tampoco hablan
mucho; comen como pajaritos y nunca llegan a su casa
después de las diez de la noche. ¿Lo entiendes, nena, lo
entiendes? —continúa una madrerreina desde su tro-
no hermoso y perfumado.
Y la niña contesta:
—Pero, ¿y las sopas instantáneas, madre, y las ca-
rreras de perro por conseguir trabajo? ¿Y las idas a la
penitenciaría a recabar información, dónde meto todo
eso? ¿Dónde lo coloco? ¿A un lado de los osos de pelu-
che? ¿Entre las sábanas blancas?
¿Dónde guardo las prostitutas de la Zona, mamá,
dónde pongo las angustias? ¿Dónde el miedo de no ser
lo suficiente y la sarta de palabras agregable a “sufi-
ciente”?
Suficientemente linda, suficientemente buena, su-
ficientemente seria, alta, bella, fuerte, brava o experi-
mentada.
¿Cómo viven hoy las niñas buenas, entre gritos y
conflictos bélicos
, entre azul y buenas noches, entre
listas de amores frustrados, líneas de coca y uno que
otro arponazo a la conciencia, entre nubes de humo
que se burlan?
La madre la mira largamente:
—¡Ay, niña, no preguntes tonterías!
—¿Y la amenaza del SIDA, madre, y los condones
de colores, y el borracho de la esquina, dónde, dónde
colocarlos? ¿Dónde guardo al niño asesinado, madre,
no al niño muerto, al a-se-si-na-do? ¿Dónde guardo
los quehaceres innombrables mientras explicas a las
amigas del cafecito que a tu niña le ha dado por jugar
a
Luisa Lane
y ser moderna, cuando yo me siento sólo
una
Clark Kent
fracasada?
¿Dónde guardo la presión del trabajo, las muertes
de migrantes, la mujer de la maquila? ¡Ya no caben con
las Barbis!
Y es que vivimos en una generación de sopas ins-
tantáneas y amores instantáneos, que no duran más de
cuatro copas, madre, andamos por la vida con másca-
ra antigases, y nos brotan trincheras en el alma, y
bombas en el cuerpo, una generación de “quítate o te
como”, “me estorbas, te mato”, donde el
compact disc
sustituyó al disco de pasta como las computadoras nos
sustituyen a nosotros, donde ahora las llamadas por
teléfono son de máquina contestadora a contestadora,
madre, y la soledad es absoluta. Donde estamos frag-
mentados, diluidos, reciclados, mientras los que se di-
cen profetas/defensores ecológicos pululan por las ca-
lles pronosticando el último desastre y el número
ganador de la lotería, y los clubes de intelectuales te
juzgan por la cantidad de hojasgastadastintaderrama-
Shirley Temples:
bebida de
lima limón y jarabe de
granada.
conflictos bélicos:
guerras.
Luisa Lane:
reportera del
diario El planeta en la serie
Superman.
Clark K
ent:
personalidad
bajo la que se oculta
Superman.