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Libro para el Maestro
E X A M E N B L O Q U E 3
Lee los siguientes textos y contesta las preguntas 4, 5, 6 y 7.
Fábula
La Rana que quería ser una Rana auténtica
Augusto Monterroso
Había una vez una Rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad.
Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó
de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y
comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los
demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de
manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que
todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran
una Rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír
con amargura cuando decían que qué buena Rana, que parecía Pollo.
Augusto Monterroso.
16 Cuentos latinoamericanos.
México: CERLAC/ UNESCO, 2005. p. 127
Novela (fragmento)
La historia interminable
—No conocéis a la Princesa Oglamar. Me he entrenado durante más de diez años para aprender
cuanto sé. He renunciado a todo lo que hubiera podido perjudicar mi forma física. Con disciplina de
hierro, he aprendido esgrima con los mejores maestros y toda clase de luchas con los luchadores más
fuertes, hasta vencerlos a todos. Puedo correr más aprisa que un caballo, saltar más alto que un ciervo,
soy el mejor en todo o, mejor dicho… lo era hasta ayer. Al principio, ella no se dignaba a dirigirme la
mirada, pero luego, poco a poco, se despertó su interés por mis habilidades. Podía esperar ya ser elegi-
do… pero ahora todo es inútil. ¿Cómo podré vivir sin esperanza?
—Quizá —dijo Bastián— no deberíais dar tanta importancia a la Princesa Oglamar. Sin duda hay otras
que os gustarían tanto como ella.
—No —respondió Hýnreck el Héroe—, me gusta la Princesa Oglamar precisamente porque sólo se
contenta con el mejor.
—Entonces —dijo Bastián perplejo—, la cosa, desde luego, es difícil. ¿Qué podemos hacer? ¿Y si
probarais a impresionarla de otra forma? ¿Como cantor, por ejemplo, o como poeta?
—Soy un héroe —contestó un Hýnreck un tanto irritado— y no conozco ni quiero tener otra profe-
sión. Yo soy como soy.
—Ya veo —dijo Bastián.
Michael Ende.
La historia interminable
. México: SEP/ Alfaguara, Libros del Rincón, 2002. pp. 261, 262.