SECUENCIA 8
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Novela (fragmento)
1.
Lean y escuchen el capítulo de la novela
Matilda
, en el que el padre de ésta explica a
sus hijos cómo gana dinero en su negocio de venta de autos usados. Mientras leen,
pongan atención a la forma en que la pequeña Matilda cuestiona la honradez del
negocio de su padre.
SESIÓN 3
El señor Wormwood, experto
vendedor de coches
Los padres de Matilda poseían una casa bastante boni-
ta, con tres dormitorios en la planta superior, mientras
que la inferior constaba de comedor, sala y cocina. Su
padre era vendedor de coches usados y, al parecer, le
iba muy bien.
—El serrín es uno de los grandes secretos de mi
éxito —dijo un día, orgullosamente—.Y no me cuesta
nada. Lo consigo gratis en las serrerías.
—¿Y para qué lo usas? —le preguntó Matilda.
—Te gustaría saberlo, ¿eh? —dijo.
—No veo cómo te puede ayudar el
serrín
a vender
coches usados, papá.
—Eso es porque tú eres una majadera igno-
rante —afirmó su padre.
Su forma de expresarse no era muy de-
licada, pero Matilda ya estaba acostumbra-
da. Sabía también que a él le gustaba pre-
sumir y ella le incitaba descaradamente.
—Tienes que ser muy inteligente para en-
contrarle aplicación a algo que no vale nada
—comentó—. A mí me encantaría po-
der hacerlo.
Tú no podrías —replicó su
padre—. Eres demasiado estú-
pida. Pero no me importa
contárselo a Mike, ya que al-
gún día estará en el negocio
conmigo —despreciando a Ma-
tilda se volvió a su hijo y dijo—:
Procuro comprar un coche de algún
imbécil que ha utilizado tan mal la caja de
velocidades que las marchas están desgas-
tadas y suena como una
carraca
. Lo con-
sigo barato. Luego, todo lo que tengo que
hacer es mezclar una buena cantidad de
serrín con el aceite de la caja de velocida-
des y va tan suave
como la seda.
—¿Cuánto tar-
da en volver a em-
pezar a rechinar?
—preguntó Matil-
da.
—Lo
suficiente
para que el compra-
dor esté bastante le-
jos —dijo su padre sonriendo—. Unas cien millas.
—Nadie se hace rico siendo honrado — dijo el
padre—. Los clientes están para que los enga-
ñen.
El señor Wormwood era un hombrecillo
de rostro malhumorado, cuyos dientes supe-
riores sobresalían por debajo de un bigotillo
de aspecto lastimoso. Le gustaba llevar sa-
cos de grandes cuadros, de alegre colori-
do y corbatas normalmente amarillas
o verde claro.
—Fíjate, por ejemplo, en el cuenta-
kilómetros —prosiguió—. El que com-
pra un coche de segunda mano lo primero
que hace es comprobar los kilómetros que
tiene. ¿No es cierto?
—Cierto —dijo el hijo.
—Pues bien, compro un cacharro
con ciento cincuenta mil kilómetros. Lo
compro barato. Pero con esos kilómetros
no lo va a comprar nadie, ¿no? Ahora no
puedes desmontar el cuentakilómetros,
como hace diez años, y hacer retroceder
los números. Los instalan
de forma que resulta
imposible amañarlos, a
R
OALD
D
AHL
Roald Dahl
(1916–1990) nació
en Gales y murió en Inglaterra.
Tal vez sea el autor más popu-
lar de libros infantiles. Sus
libros están creados con
fantasía e imaginación; siempre
son un poquito crueles, pero
tienen mucho humor y una
mezcla entre lo cómico y lo
grotesco. Un tema frecuente en
sus libros es que la gente no es
lo que parece ser.