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El artista siempre ha reflejado estos factores en sus creaciones, lo que ha dado como consecuencia
obras cargadas de historia, que llegan a entenderse como contendores de tiempo. De ahí el encanto del
hombre por la imagen fija o en movimiento, en soportes como la fotografía, el video o el cine,
encontrando en ellos el reflejo de la forma más apegada a la idea de realidad.
Los artistas
han mostrado en sus obras diferentes temas, preocupaciones, ideas y sentimientos,
funcionando éstas como un traductor del entorno en imagen; esta traducción no sólo está influenciada
por su mirada, sino también por los diversos soportes en los que el artista ha ido plasmando sus ideas.
Si recordamos, desde la prehistoria el hombre se ha manifestado mediante dibujos gestuales plasmados
en piedra, en los que muestra los modos y quehaceres de su vida. Si continuamos el recorrido podremos
ubicar el papel del artista en el antiguo Egipto, donde muestra la veneración a su cultura, dejando
testimonio de la facilidad en su manejo de la técnica escultórica, al ejecutar altos y bajos relieves que
representan a sus dioses y a los grandes personajes de su cultura.
Siglos más tarde se presentan movimientos como el Romanticismo y el Impresionismo, siendo el siglo
XIX
uno de los momentos en que el arte se muestra con un giro que cambiaría la mirada del creador,
tomando en cuenta no sólo los aspectos estéticos, sino cuestionando el papel formal y conceptual,
reflejándose en la técnica y en la forma de abordar los temas sociales; por ejemplo, en el Romanticismo,
el artista William Turner muestra que la pintura puede ser utilizada para plasmar de forma expresiva el
poder de la naturaleza sobre el hombre, enseñándonos en sus obras la expresividad propia de su
temperamento en pinceladas que muestran cierta brutalidad. En su obra, la existencia de contrastes nos
muestra la cercanía entre lo atroz del tema y lo sublime del espacio donde habita la escena principal.
Este artista nos muestra en sus obras el otro lado del papel del creador como comunicador de la realidad,
llegando a tener en ocasiones el papel de un predicador de la verdad mediante la crítica.
Años más tarde, el artista español Pablo Picasso nos retrata en la obra
Guernica
su mirada ante el
ataque sufrido en la ciudad de Guernica, España, por aviones alemanes. Para muchos, esta obra ha sido
una de las grandes pinturas que ha servido como memoria universal para entender las atrocidades de la
guerra, siendo el mismo caso la obra
Los horrores de la guerra
realizada siglos antes, en 1640, por el
artista Pedro Pablo Rubens, la cual varios historiadores toman como punto de partida para entender
el
Guernica
, afirmando que es necesario considerarla puesto que es una de las obras en las que el artista
español Pablo Picasso se inspiraría para realizar esta obra.
Tomando en cuenta los ejemplos anteriores, podemos identificar que el papel del artista ha sido el de
retratista del entorno, siempre influenciado por la mirada subjetiva de lo que lo rodea. Para muchos, las
manifestaciones contemporáneas, como la instalación, han permitido al artista plasmar su mirada en el
entorno, haciendo que el espectador sea partícipe y viva la experiencia a la que es sensible el creativo.
Una experiencia como la anteriormente mencionada se puede ver en diversos artistas, no sólo en los
contemporáneos, sino también en varios que desde siglos anteriores eran conscientes de la mirada del
espectador ante su obra. Antes de crearla, se cuestionaban su participación y la presencia del público en
el espacio, disponiendo cómo debía ser admirada; un ejemplo de ello es la obra del artista Doménikos
Theotokópoulos, El Greco
,
llamada
Apostolado
, compuesta por una serie de cuadros que muestran a los
apóstoles y a Jesús el día de la última cena. Lo interesante de esta obra, compuesta por 13 óleos
individuales, en los que cada personaje se presenta por separado en un bastidor, es que el artista piensa
en los diferentes óleos como una unidad de espacio, que al ser exhibidos, simularían para el espectador
el acomodo de la última cena. Para lograrlo realiza los cuadros pensando en dónde y cómo estarían
colocados, con el propósito de que cada uno gire, partiendo de los 180º (de perfil), hacia el centro, donde
se encontraría dispuesto el cuadro de Cristo, es decir, todos los apóstoles miran hacia el centro, donde se
encuentra Jesús, y sus posiciones llevan una coherencia natural, mostrando la posición correcta. Ésta no
es sólo una obra maestra en cuestión técnica, sino una innovación del artista que toma el papel de
proveedor de experiencias para quien observa la obra, haciendo que ésta no sólo quede en un espacio
bidimensional.