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Los sirvientes bañaron al mensajero cuidadosamente
y le perfumaron la cola con los mejores aromas del reino.
Una vez listo y bañado, el perro se alistó a ejecutar su tarea.
En el camino, el perro decidió que olía tan bien
y que estaba tan galante que debía aprovechar
para buscar unas cuantas esposas, así que dejó
de lado la misión que el jefe le había encargado.