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No sabían cultivar la tierra, no conocían ninguna industria. Sus
habitaciones eran cuevas, o simplemente formaban sus hogares
en los huecos de los árboles o en sus ramas. Vivían tristes, muy
tristes; pero había muchos animales que estudiaban la forma de
hacerlos felices.
Un día cayó un rayo y provocó el incendio
de varios árboles. Unos hombres vecinos
de los huicholes, y que eran sus enemigos,
aprisionaron el fuego y no lo dejaron apagar.
Para ello se encargaron de cortar árboles
para saciar el hambre, del fuego, que era
insaciable devorador de plantas, animales
y todo lo que se ponía a su alcance.
Para evitar que los huicholes pudieran
robarles tan grandioso tesoro, organizaron
un poderoso ejército y mantenían
guardianes de día y de noche.