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A Quetzalcóatl se le ocurrió llevárselo.
Lo ató con cuerdas, pero por más que
hizo mucha fuerza no pudo levantarlo.
Estaban a su alrededor, mirando
y pensando, todos los dioses
de la tierra y de la lluvia, los dioses
azules como el cielo, los dioses blancos,
los amarillos, los rojos. Entre todos
eligieron a Nanahuatl, que se encargó
de despedazar el monte.
Los dioses repartieron ese maíz en las
bocas de los hombres. Y echaron suertes
con sus granos.
Después de alimentar a los hombres,
los dioses se preguntaron:
—¿Qué haremos con el Monte de los
Sustentos?