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Antes de que el emperador se enterara de la victoria,
unos guerreros envidiosos le dijeron que Popocatépetl
había muerto en combate. Iztaccíhuatl escuchó esta
noticia falsa y lloró amargamente. Dejó de comer y cayó
en un sueño profundo, sin que nadie pudiera despertarla.
Cuando Popocatépetl regresó victorioso, supo
lo que había sucedido y buscó a Iztaccíhuatl,
la cargó en sus brazos, tomó una antorcha
encendida y salió del palacio y de la ciudad.
Nadie volvió a verlos.