Batalla entre insurgentes y realistas en el
barrio Los Martínez, en agosto de 1811.
Entre 1810 y 1811, la villa de Colima se encontró en algunos periodos
bajo el poder del ejército realista, y en otros, bajo el de los insurgentes.
Esta lucha armada generó una gran incertidumbre; decayeron el
comercio, la agricultura, la ganadería y algunas industrias. Los
caminos se llenaron de salteadores que hicieron aún más difíciles las
comunicaciones y el transporte entre Colima, Jalisco y Michoacán.
La gente de la villa de Colima y de los pueblos y las rancherías de Colima,
Jalisco y Michoacán vivieron las amarguras de la guerra, pues con el ir y
venir de realistas e insurgentes padecieron saqueos, la quema de pueblos
y rancherías, el fusilamiento de soldados y la muerte de personas por el
fuego cruzado entre ambos bandos.
Los combatientes de ambos ejércitos arrasaban con el ganado, el maíz
y el frijol de las poblaciones, lo que ocasionó desabasto y escasez de
alimentos, tanto en el campo como en los pueblos.
Sin embargo, a diferencia de otras regiones, en Colima tuvieron lugar
pocos hechos de armas, y el comercio y la vida económica de los
colimenses casi se había restaurado para 1814. En otros lugares del
país —Michoacán, Guanajuato, Querétaro y Morelos—, la guerra siguió
causando estragos durante varios años más.
El movimiento independentista culminó en septiembre de 1821 y
convirtió a México en la nación que es hoy en día.
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