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El coyote se dejó convencer,
y mientras se comía los zapotes,
el conejito se peló, se fue
corriendo, dando grandes saltos.
El coyote alcanzó a verlo y le
siguió los pasos. Corrió y corrió
hacia el carrizal hasta que lo
alcanzó. Entonces le dijo:
—Ahorita sí te voy a comer
porque me engaÑaste a lo vil.
—Mira —le contestó el conejito— no me
comas y te voy a llevar a una pachanga, a una
boda. Vas a ver qué bonita se va a poner la fiesta.
Habrá música, mucha comida y mucho que tomar.
Tú vas a tocar la guitarra y yo tambiÉn.