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Y así, la Gata echó a andar detrás del Hombre
y, al llegar a su casa, se encaramó de un salto al
techo de paja de la choza.
—Por fin he encontrado a la criatura mÁs
espléndida de toda la selva.
Vivió felizmente en el techado de la choza y
comenzó a atrapar a los ratones y las ratas de la
aldea. Hasta que un dÍa, mientras se calentaba
al sol sobre la choza, oyó ruidos procedentes del
interior. Las voces del Hombre y de su esposa
fueron subiendo de volumen poco a poco hasta
que ¡wara-wara-wara… yo-ui!, por la puerta salió
despedido el Hombre y aterrizó en el polvo.