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A partir de entonces, la xkokolché trabajó
escondida en la cocina, porque le dijeron que si
un día la hija de los dueños se encontraba con ella,
la correría por fea. Esa hija era la chacdzidzib, o
cardenal, una pájara muy consentida, quien estaba
tan orgullosa de su bello plumaje rojo y del copete
que adornaba su frente, que se creía merecedora
de todas las atenciones.
La xkokolchÉ vivía triste y
solitaria, pues nadie se acercaba a
platicar con ella. Así pasó el tiempo,
hasta que un día, la chacdzidzib tuvo
un capricho: se le ocurrió aprender
a cantar. De inmediato, sus padres
contrataron al pájaro clarín, que era
el mejor maestro de canto.
El clarín empezó a dar sus clases; llegaba
por la tarde y pasaba horas tratando de que su
alumna aprendiera a cantar, pero era inútil.
La chacdzidzib era una estudiante muy floja,
le aburría practicar y se distraía en las clases.