Fábrica de textiles.
Gabriel Mancera.
Ferrocarril de Hidalgo y del Nordeste, bajo los arcos
de Tembleque.
Para impulsar el comercio se desarrolló
el ferrocarril. Las estaciones ferroviarias
en Huichapan, Tula, Pachuca, Apan y
Tulancingo permitieron a estas poblaciones
comunicarse entre sí y con la ciudad de
México, el puerto de Veracruz y la frontera
norte del país. El ferrocarril de Hidalgo y del
Nordeste, propiedad de Gabriel Mancera
(originario de Tulancingo), fue el único caso
de empresa ferroviaria de capital nacional.
A donde no llegó el ferrocarril, siguieron
utilizando huacaleros, carretas, mulas,
burros y caballos.
Se abrieron las puertas del país para la inversión extranjera.
Empresarios británicos aprovecharon los yacimientos de
caliza en Tula para instalar una fábrica de cemento en 1881.
Posteriormente, con capital nacional, la Compañía Mexicana
de Cemento Portland se convirtió en una empresa con gran
éxito debido a que en esa época el gobierno realizó muchas
obras públicas.
También se establecieron fábricas textiles, entre ellas, La
Josefina y Santa Rosalía, en Tepeji del Río, y La Esperanza,
Los Ángeles, San Luis, Santa Isabel y Santiago, en el Valle
de Tulancingo.
En 1895, la Compañía de Transmisión
Eléctrica de Potencia del Estado de Hidalgo
aprovechó la caída de agua de la barranca
de Regla, en el municipio de Huasca, para
producir energía eléctrica. Su consumo
benefició inicialmente a las minas de Real
del Monte y Pachuca, pero el servicio se
extendió poco a poco a otras poblaciones,
tanto para consumo doméstico como
público.
Por el río Salado llegaban a Tula las aguas
negras del Valle de México, las cuales se
usaron para producir electricidad y regar las
áridas tierras del Valle del Mezquital.
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