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Benito Juárez,
1889, Tiburcio Sánchez.
El triunfo liberal y la restauración
de la República
En julio de 1867, la ciudad de México recibió a Benito Juárez,
quien regresó triunfante luego de la derrota del imperio. Con
esta victoria, se restableció la República; por lo que al periodo
comprendido entre 1867 y 1876 se le conoce como República
Restaurada.
Una vez recuperada la ciudad de Guadalajara, las fuerzas
liberales del estado de Jalisco se dedicaron a restaurar la
República. Recién instalado en la gubernatura de Jalisco, Antonio
Gómez Cuervo procedió de inmediato a confirmar la validez de
las operaciones de compra-venta de los bienes que pertenecían al
clero y que habían sido adquiridos por particulares, situación que
provocó nuevas inconformidades contra el gobierno liberal.
En la capital del país, Benito Juárez fue reelecto como presidente
en 1871. Sin embargo, en este nuevo gobierno Juárez se vio muy
debilitado debido a las dos facciones existentes entre los liberales:
una encabezada por Sebastián Lerdo de Tejada y otra por el
general Porfirio Díaz.
En Jalisco, la división entre liberales se vio reflejada en la
creación de la Unión Liberal. Considerado como uno de los
primeros partidos políticos de la entidad, Unión Liberal fue
encabezado por Luis L. Vallarta, quien se convirtió en el principal
enemigo del gobernador Antonio Gómez Cuervo. Vallarta lo
acusó de ser el causante de la mala administración hacendaria,
del bandolerismo y de la miseria reinante entre la población.
Sin embargo, el gobernador Gómez Cuervo contaba con
el apoyo del general Ramón Corona, quien realizaba la
función de comandante militar de Jalisco.
A la muerte de Benito Juárez, en julio de 1872,
Sebastián Lerdo de Tejada ocupó la presidencia.
Pronto surgieron en Jalisco una serie de discrepancias
entre el nuevo gobernador de Jalisco Luis L. Vallarta
y el presidente Lerdo de Tejada, debido a la difícil
situación económica que se vivía.
Ante esta situación, Ramón Corona prefirió
aceptar, en 1874, el cargo de embajador de México
en España, donde permanecería por casi once años.
Mientras tanto, en Jalisco, las discrepancias no
se resolvieron hasta que en 1877 triunfó la revuelta
encabezada por Porfirio Díaz y fue ratificado un
gobernador partidario del civilismo vallartista.