B2
47
BII
47
Esta forma de conservar y comer tunas representaba un uso más
completo de estos frutos del desierto. No sólo se aprovechaban las
proteínas de las semillas, sino que también constituía el desarrollo
de un método que combina conocimientos y procedimientos para
obtener un resultado. De manera similar, los habitantes del norte
prehispánico sabían aprovechar como alimento las vainas del
mezquite o los tubérculos.
Además, sabían obtener fibras de las plantas del desierto para
confeccionar diversas prendas, como capas, taparrabos, costales,
morrales, canastos, cestas y bandas para sujetar el pelo. Incluso con
esas fibras tejían cestas apretadas para llenarlas de agua y usarlas
como ollas donde preparaban potajes y cocidos. Para ello, primero
calentaban piedras en una fogata hasta que casi parecían arder;
entonces las echaban al agua poco a poco hasta que ésta hervía y
de ese modo cocinaban.
Cada estilo de vida hace que la gente le dé importancia a ciertos
aspectos, que establezca reglas y decida cómo relacionarse con los
demás. Las formas de vida también influyen en lo que imaginamos
y pensamos, y todo configura una visión del mundo, una manera de
entender las cosas y de aprovecharlas. Así, hay que pensar en el
nomadismo y en el sedentarismo como formas de vida ligadas a
una visión del mundo.
Con la finalidad de aprovechar al máximo los
recursos del medio, los antiguos pobladores
aprendieron a darles diferentes usos. Por
ejemplo, los nómadas del norte comían tunas
frescas para obtener carbohidratos y agua,
pero también las ponían a secar al sol para
poder transportarlas en grandes cantidades,
al igual que el mezquite.
Cuando llegaban a un manantial molían las
tunas para obtener una harina que
mezclaban con agua y hacían una especie de
pan que ponían a secar. Ya secas, guardaban
estas piezas hasta por un año. Para comerlas,
las remojaban y las ponían a cocer entre las
brasas.
La vida cotidiana de los primeros habitantes de mi entidad