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En esta época de la Revolución nadie vivía seguro ni en sus
casas: había mucha violencia, muertos por todas partes, nadie
trabajaba en el campo, no había alimentos en las tiendas y los que
había costaban muy caros. Las autoridades y los revolucionarios
aplicaban la ley de la muerte. Los pueblos que eran atacados
por uno u otro bando por lo general eran saqueados y las
pertenencias de las personas cambiaban fácilmente de dueño. Sin
embargo, hubo jefes militares y revolucionarios que no permitían
esos abusos, y castigaban con dureza a quienes cometían esos
delitos; incluso muchos fueron fusilados por conductas indebidas.
Como la mayoría de los mexicanos, los sinaloenses también
querían cambiar su situación de pobreza, creían que podía haber
gobiernos justos que organizaran a la sociedad por la ruta del
bienestar social, trabajo bien pagado, que los niños tuvieran
servicios médicos y educativos, y las familias vivieran felices.
Estas aspiraciones fueron descritas y destacadas en corridos,
murales, periódicos, poesías, libros y pinturas.
Interior del Palacio Municipal de El Fuerte.