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La familia Otis estaba formada por
el ministro, la señora Lucrecia, el hijo
mayor llamado Washington, una hija
llamada Virginia y dos pequeños
gemelos.
La misma noche que llegó la familia
Otis al castillo, precisamente cuando
estaban cenando, la señora Lucrecia
ob
servó una mancha de color rojo
oscuro en el suelo, cerca de la
chimenea, y le dijo a la empleada:
—Veo que se ha caído algo en ese
sitio.
—Sí, señora —contestó la
empleada— es una mancha de
sangre.
—¡Es espantoso! —dijo la señora
Otis—. No me gustan las manchas de
sangre en un salón. ¡Hay que limpiar
eso inmediatamente!
—Esa sangre es de la señora
Leonor de Canterville, que murió
misteriosamente —replicó la
empleada—, y dicen que su alma
sigue en pena, vagando por el castillo.
Es imposible borrar esa mancha.