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B
loque
IV
Analizas las características de la tragedia
ORESTES:
(Levantando la espada contra ella.)
¿Le amas? Pues en la misma tumba vas a
yacer
siéndole fel incluso cuando no vive ya.
CLITEMESTRA:
(Se arrodilla ante él, desgarra sus ropas y
muestra su seno.)
¡Detente hijo, respeta por lo menos el pecho
sobre el cual tantas veces te dormiste
después de mamar con tus labios la leche
maternal!
ORESTES:
(Volviéndose hacia Pílades mientras baja la
espada.)
¿Qué hago? ¿Perdonaré, Pílades, a mi madre?
PÍLADES:
¿Y adónde los oráculos desde hoy irán
que en Pito da Loxias y la fe del juramento?
Créeme que no hay peor enemigo que las
divinidades.
ORESTES:
Pienso que razón tienes y me aconsejas bien.
(A Clitemestra)
Y tú sígueme: quiero matarte al lado de ése,
pues a mi padre mientras vivió le preferiste.
Duerme, pues, junto a él muerta ya que le amas
y odiabas en cambio a aquel a quien debiste
haber amado.
CLITEMESTRA:
Yo te crié y quisiera contigo envejecer.
ORESTES:
¿Podrá vivir conmigo la que mató a mi padre?
CLITEMESTRA:
Fue la Mera, hijo mío, la culpable de aquello.
ORESTES:
Pues bien, ella es también quien esta muerte
causa.
CLITEMESTRA:
¿Es que no temes, hijo, la maldición materna?
ORESTES:
No, porque, tras parirme, me echaste al
infortunio.
CLITEMESTRA:
No, sino que al hogar de un huésped te mandé.
ORESTES:
Dos veces, pues, a un hijo de hombre libre
vendiste.
CLITEMESTRA:
¿Dónde, pues, está el precio que recibí por ti?
ORESTES:
La vergüenza me veta claramente decírtelo.
CLITEMESTRA:
Dilo, sí, y las locuras de tu padre también.
ORESTES:
No ataque al que luchaba quien sentada se
estuvo.
CLITEMESTRA:
Mal llevan las mujeres, hijo, al hallarse solas.
ORESTES:
¡Sí, y ociosas a costa del hombre que trabaja!
CLITEMESTRA:
¡Por lo visto, hijo, vas a matar a tu madre!
ORESTES:
Eres tú, que no yo, quien te quita la vida.
CLITEMESTRA:
¡Ojo con el rencor de las perras maternas!
ORESTES:
¿Cómo a las de mi padre podré escapar si
cedo?
CLITEMESTRA:
Es como si a una tumba yo implorase ahora
viva.
ORESTES:
El sino de tu esposo te condena a morir.
CLITEMESTRA:
¡Ay, que fue una serpiente lo que parí y crié!
ORESTES:
(Arrastrando a su madre hasta dentro del
palacio. Pílades les sigue. Se cierra la puerta y
el coro avanza hacia el centro de la escena.)
¡Buen augur fue tu ensueño! Muerte a quien no
debías diste; pues sé ahora víctima de indebida
venganza.
CORIFEO:
Me lamento igualmente por el destino de
ambos, mas, ya que el pobre Orestes coronó
esta cadena de sangrientas matanzas, al menos
yo prefero que el ojo de esta casa no se extinga
del todo […]
Fuente:
Esquilo. (2000)
Tragedias completas.
España: Editorial Planeta.