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Analizas las características de la tragedia
HÉCUBA:
¡Levanta tu cabeza, desventurada! Levanta tu
cuello,
ya no existe Troya, y nosotros no reinamos en
ella.
¡Ay de mí! ¿Cómo no he de llorar sin patria, ni
hijos y sin esposo? ¡Desdichada de mí!
¡Tristemente reclino mis miembros, presa de
insoportables dolores, yaciendo en duro lecho!
¡Ay de mi cabeza! ¡Ay de mis sienes y mi pecho!
¡Cuánta es mi inquietud!
¡Cuánto mi deseo de revolverme en todos
sentidos
para dar descanso a mi cuerpo y abandonarme
a perpetuos y lúgubres sollozos! […]
CORO 1:
Hécuba, ¿a qué esos clamores?, ¿a qué esos
gritos?
¿qué pretendes? Oí tus lamentos y el miedo
se apoderó de las troyanas, que lloran su
esclavitud.
HÉCUBA:
¡Oh, hijas, ya se mueven los remos de las
naves argivas!
CORO 1:
¡Ay de mí, desventurada! ¿Qué quieren?
¿Me llevarán a las naves, arrancándome de mi
patria?
HÉCUBA:
No lo sé, pero mucho me lo temo.
CORO 1:
¡Infelices troyanas! Vengan y sabrán los
trabajos
que les esperan: los argivos se preparan a
navegar.
HÉCUBA:
¿Ay de ti, mísera Troya! ¡Pereciste con los
desdichados que te abandonan, vivos y
muertos!
CORO 2:
Temblando oiré de tus labios, ¡oh reina!, si
los argivos me han condenado a muerte o los
marineros se aprestan a agitar en la popa los
remos.
¿Ha venido algún heraldo de los griegos?
¿Quién será el dueño de esta mísera esclava?
HÉCUBA:
Pronto lo decidirá la suerte.
CORO 2:
¿Cuál de los argivos me llevará lejos de mi
tierra a una isla?
HÉCUBA:
¿A quién serviré yo, infeliz anciana, después de
disfrutar en Troya de los más altos honores?
CORO:
¿Qué lamentos bastarán para deplorar tu
indigna suerte?
Por última vez saludo los cuerpos de mis hijos,
por última vez; más graves serán mis trabajos
en el lecho de los griegos. ¡Maldita noche,
funesto destino!
(Entra Taltibio.)
TALTIBIO:
[…] Yo, Taltibio, vengo a anunciarte una ley
sancionada por todos los griegos: ya han
sido sorteadas, si tal es la causa de vuestros
temores.
Cada cual ha tocado a distinto dueño; una sola
suerte no ha decidido a la vez de todas.
HÉCUBA:
¿Y a quién servirá cada una?
¿Quién será el dueño de mi hija?
Di, ¿quién será el dueño de la mísera
Casandra?
TALTIBIO:
La eligió para sí el rey Agamenón.
HÉCUBA:
¿Para ser esclava de su esposa?
TALTIBIO:
No, ocultamente lo acompañará en su lecho.
HÉCUBA:
¿La virgen de Febo, a quien el dios de cabellos
de oro le concedió el don de vivir sin esposo?
TALTIBIO:
Hirióle el amor, y se apasionó de esa fatídica
doncella.
HÉCUBA:
Deja las sagradas llaves, hija, y las guirnaldas,
también sagradas, que te adornan.
TALTIBIO:
¿No es acaso honor insigne compartir el lecho
del rey?
HÉCUBA:
¿Dónde está mi hija que me arrancaste hace
poco de mis brazos?
¿De quién será esclava Polixena?
Las troyanas (fragmento)
Eurípides