Reconoces el género narrativo
Aplica lo aprendido
Actividad 13 (portafolio de evidencias)
Lee el siguiente texto, y al nalizar completa el cuadro con los elementos solicitados.
Una vez que todos lo concluyan, pueden revisar la información en forma grupal.
El Rey Midas
Midas fue un rey de gran fortuna que gobernaba en el país de Frigia. Tenía
todo lo que un rey podía desear. Vivía en un hermoso castillo rodeado de
grandes jardines y bellísimas rosas. Era poseedor de todo tipo de objetos
lujosos. Compartía su vida de abundancia con su hermosa hija Zoe.
Aún repleto de riquezas, Midas pensaba que la mayor felicidad le era propor-
cionada por todo su oro. Comenzaba sus días contando monedas de oro… se
reía… se reía y tiraba las monedas hacia arriba para que le cayeran encima
en forma de lluvia. De vez en cuando se cubría con objetos de oro, como que-
riéndose bañar en ellos, riendo feliz como un bebé.
Cierto día, el dios de la celebración, Dionisio, pasaba por las tierras de Fri-
gia. Uno de sus acompañantes, de nombre Sileno, se quedó retrasado por el
camino. Sileno, cansado, decidió dormir un rato en los famosos jardines de
rosas. Allí lo encontró Midas, quien lo reconoció al instante y lo invitó a pasar
unos días en su palacio. Luego de esto lo llevó junto a Dionisio. El dios de la
celebración muy agradecido por la gentileza de Midas, le dijo: “Me has dado
tal placer al haber cuidado de mi amigo que quiero hacer realidad cualquier
deseo que tengas”. Midas respondió inmediatamente: “Deseo que todo lo que
toque se convierta en oro”. Dionisio ²runció el entrecejo y le dijo: “¿Seguro que
deseas eso?”. A lo que Midas respondió: “Seguro, ¡el oro me hace tan ²eliz!”
Finalmente, Dionisio contestó
reacio
: “Muy bien, a partir de mañana todo lo
que toques se trans²ormará en oro”.
Al siguiente día, Midas se despertó ansioso por comprobar lo que Dionisio le
había prometido. Extendió sus brazos tocando una mesita que de inmediato
se transformó en oro. Midas, saltaba de felicidad. Y continuó comprobando…
tocó una silla, la alfombra, la puerta, la bañadera, un cuadro y siguió corriendo
como un loco por todo su palacio hasta quedar
exhausto
y al mismo tiempo
contentísimo.
Se sentó a desayunar y tomó una rosa entre sus manos para respirar su fra-
gancia, pero al tocarla se había convertido en un ²río metal. “Tendré que absor
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ber el per²ume sin tocarlas, supongo”, pensó desilusionado. Sin refexionar, se
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