Practica esta lección: Ir al examen
le ocurrió comer un granito de uva, pero casi se quebró una muela por morder
la pelotita de oro que cayó en su boca. Con mucho cuidado quiso comer un
pedacito de pan, sin embargo estaba tan duro lo que antes había sido blandito
y delicioso. Un traguito de vino, quizás… pero al llevar el vaso a la boca se
ahogó tragando el oro líquido.
De repente, toda su alegría se transformó en miedo. Justo en ese momento,
su querida gatita saltó para sentarse con él, pero al querer acariciarla, quedó
como una estatua dura y fría. Midas se puso a llorar: “¿Sentiré solamente cosas
frías el resto de mi vida?”, gritaba entre lágrimas. Al sentir el llanto de su padre,
Zoe se apresuró para reconfortarlo. Midas quiso detenerla pero al instante una
estatua de oro había quedado a su lado. El rey lloraba desconsoladamente.
Finalmente levantó los brazos y suplicó a Dionisio: “¡Oh, Dionisio, no quiero
el oro! Ya tenía todo lo que quería. ¡Sólo quiero abrazar a mi hija, sentirla
reír, tocar y sentir el perfume de mis rosas, acariciar a mi gata y compartir la
comida con mis seres queridos! Por favor, quítame esta maldición dorada”. El
amable dios Dionisio le susurró al corazón: “Puedes deshacer el toque de oro
y devolverle la vida a las estatuas, pero te costará todo el oro de tu reino” y
Midas exclamó: “Lo que sea. ¡Quiero a la vida no al oro!”. Dionisio entonces
le recomendó: “Busca la fuente del río Pactulo y lava tus manos. Esta agua
y el cambio en tu corazón devolverán la vida a las cosas que con tu codicia
transformaste en oro”. Midas corrió al río y se lavó las manos en la fuente,
agradecido por esta oportunidad. Se asombró al ver el oro que uía de sus
manos para depositarse en la arena del fondo de la fuente. Rápidamente,
llevó una jarra de agua para volcar sobre Zoe y rociar a la gata. Al instante,
sonaba en el silencio la risa y la voz musical de Zoe y el ronroneo de la gata.
Muy contento y agradecido salió Midas con su hija para buscar más agua del
río Pactulo y así poder rociar rápidamente todo lo que brillaba de oro en el
palacio.
Gran alegría le proporcionó a Midas el observar que la vitalidad había retornado
a su jardín y a su corazón. Aprendió a amar el brillo de la vida en lugar del
lustre del oro. Esto lo celebró regalando todas sus posesiones y se fue a vivir
al bosque junto con su hija en una cabaña. A partir de lo ocurrido, jamás dejó
de disfrutar de la auténtica y verdadera felicidad.
El Rey Midas,
leyendas_reymidas.html
consultado el 21 de febrero de 2014.
Reacio.
Contrario a algo, o que muestra resistencia a hacer algo.
Exhausto
.
Enteramente agotado o falto de energía.
108
B
loque
II
Reconoces el género narrativo