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Un día, su madre le dijo:
—La abuela está enferma. Llévale este pedazo de pastel que
he preparado y una botella de vino. Pero recuerda, no te desvíes
del sendero, no vayas brincando que se puede romper la botella,
no olvides saludar a la abuela cuando llegues y no te pongas
a curiosear por todos los rincones.
—No te preocupes, mamá; lo haré bien —dijo Caperucita
y se despidió.
La abuela vivía en medio del bosque.
A mitad de camino, Caperucita se topó
con el lobo que con una gran sonrisa,
la saludó:
—Buenos días, Caperucita.