127
Lagartos, colibríes, víboras, correcaminos,
zopilotes, dos tortugas de tierra y hasta
un águila y dos palomas enamoradas,
entre otros animales, se acercaron para
ver la salida. El Coyote y el Conejo se
pusieron lado a lado y les pidieron a las
palomas que dieran la señal.
Apenas cantaron las torcazas, el Coyote
se perdió en el horizonte, seguido por la
polvareda que iba levantando. También
desapareció el Conejo, porque se metió
a su madriguera.
q
Quién sabe cuántos días corrió el Coyote
hacia el oriente, que era el primer rumbo.
A veces miraba hacia atrás, hacia los
lados, hacia abajo y no veía ni rastro
del Conejo. “Seguro que yo gano”, iba
pensando. Pero al llegar al final, ¿cuál no
sería su sorpresa cuando vio, allí donde
el sol nace, sentado y tranquilo, sin
resollar siquiera, al mismísimo Conejo?
—Vamos al norte, Coyote, muévete —gritó
el Conejo y saltó del túnel del que había
salido—.