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Al día siguiente el Coyote llegó y le dijo
al Conejo:
—¿Y para qué nos cansamos corriendo?
Mejor de una vez te como, porque
después de esta carrera vas a quedar
en los huesos.
—Un pacto es un pacto —replicó el
Conejo—. Vamos a correr hasta llegar
al lugar donde comienza cada uno
de los cuatro rumbos de la Tierra. Y
luego veremos quién se come a quién.
Tú vas a correr por la superficie, Coyote,
y, si no te importa, yo voy a correr por
debajo de la tierra, porque así es como
yo sé.
—¡Corre por donde quieras! —dijo el
Coyote, que ya se sentía ganador.