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—Sí, y además me has demostrado
que eres un valiente —contestó ella, y le
dio un beso en el cachete a Joaquín.
Sin que ninguno de los dos lo dijera,
ese día supieron que iban a casarse.
II
Maclovia
Maclovia había cumplido ya los diecisiete. Era entonces el
año de 1910. Años atrás, una tragedia había sacudido a Gua-
najuato: las lluvias torrenciales inundaron la ciudad y dejaron
a muchos de sus habitantes sin casa y sin pertenencias. Y la
gente creía que todavía faltaba lo peor: tenía miedo de que el
cometa Halley, que ya se aproximaba por el firmamento, dejara
caer su cola de fuego en la Tierra y la incendiara junto con todos
sus pobladores. Por esas mismas fechas, Francisco ±. Madero
había pasado por Guanajuato para hablar de sus ideas políti-
cas; auguraba tiempos difíciles.
Sin embargo, Maclovia tenía confianza en el futuro. Pronto,
en unos cuantos meses, se casaría con Joaquín y haría con él
una familia feliz.
Quino, mi chamaco pelón:
Te mando esta fotografía para que no desespe-
res. Sé que quisieras que nos casáramos cuanto
antes, pero recuerda que todavía hay muchas
cosas por arreglar. Yo también anhelo el día
en que tú y yo, con nuestros hijos, desayune-
mos un domingo en el jardín. Cuídate.
Te quiere, tu gitanita,
Maclovia.