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—¿Y si vamos ahorita? —dijeron varios
al mismo tiempo.
Con la pancarta y el papel largo bajo el
brazo, los niños de San José emprendieron
marcha hacia el concejo municipal.
El concejo municipal era más grande de lo que habían
imaginado. La puerta era muy alta, y tenía un hombre ancho
y gordo parado enfrente.
—Por aquí no pueden pasar —dijo.
—Venimos a pedir un parque —contestaron los niños.
—Váyanse para sus casas a hacer sus tareas, y no molesten
—gruñó el hombre gordo.
—Queremos ver a los señores del concejo. Los que nos
pueden hacer un parque.