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El Príncipe Azul estaba conmovido.
Le comentaba al Gato con Botas que era la primera niña
que le escribía y que le gustaría mucho conocerla y platicar
con ella.
.. cuando, de repente, se acordó de que en su corres-
pondencia había encontrado un telegrama que no era para él.
Entonces, en tono ceremonioso, el Príncipe Azul le pre-
guntó al Gato con Botas si él podría ir a dejar el telegrama.
El Gato con Botas vio el telegrama y, como le quedaba de
paso, aceptó llevarlo.
—¿Cómo puedo agradecerte el favor? —le preguntó el
Príncipe Azul.
—Dame tu espada para defenderme en el camino.
Y así, el Gato con Botas, con su carta en el chaleco y con
los diez panecillos en su al forja, se ciñó la espada reluciente,
tomó el telegrama y siguió su camino.
Blanca Nieves estaba escribiendo tranquilamente. Cuando
vio llegar al Gato con Botas, con toda calma guardó papel y
pluma y salió a recibirlo.
Entonces, con un maullido pausado, el Gato con Botas
le dijo:
El Príncipe Azul encontró
en su correspondencia
este telegrama que es para ti.