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Blanca Nieves estaba sorprendida.
Le decía al Gato con Botas que le daba gusto la visita, pero
que no podría terminar el libro que estaba escribiendo, cuando,
de repente, se acordó de que en su reja se había encontrado un
sobre que no era para ella.
Entonces, ahora con cierta prisa, Blanca Nieves le preguntó
al Gato con Botas si él podría ir a dejar el sobre.
El Gato con Botas vio el sobre y, como le quedaba de paso,
aceptó llevarlo.
—¿Cómo te puedo agradecer el fa-
vor? —le preguntó Blanca Nieves.
—Dame tu capa de seda para taparme
si me da frío en el camino.
Y así, el Gato con Botas, con su carta
en el chaleco, con los diez panecillos en
su alforja y con la espada reluciente, se
puso la capa de seda, tomó el sobre y
siguió su camino.
El Ogro estaba cocinando un extraño
puchero. Cuando vio llegar al Gato con
Botas, aventó cucharón y mandil y lo sa-
ludó gruñendo.
Entonces, con un maullido ronco, el
Gato con Botas le dijo:
Blanca Nieves encontró
en su reja este sobre que
es para ti.