Apliquemos lo aprendido
La vulnerabilidad de la población se relaciona con la preparación que
ésta tiene para enfrentar las consecuencias de un evento natural o
humano. Con frecuencia, las personas no conocen los riesgos que
las rodean y tampoco consideran la probabilidad de que sobrevenga
algún desastre en su localidad; por lo tanto, no cuentan con la pla-
neación y preparación para mitigar los daños que pudiera causarles.
Así, cuando el desastre se presenta, suelen predominar la
confusión, la desorganización y la falta de recursos económicos y
prácticos para salvar la vida. Una vez que ha pasado el fenómeno
catastrófico imperan los daños físicos, emocionales y económicos;
la población intenta contrarrestar estos efectos mediante acciones
no planeadas que pueden atentar contra su bienestar, como regre-
sar a su vivienda para rescatar algunos bienes, pese a que ésta se
halle en una zona todavía peligrosa, o beber agua contaminada.
Es importante saber cómo vivir en una zona de riesgo y qué hacer
en caso de que se presente un desastre. Actualmente, en muchos
lugares públicos hay carteles titulados, por ejemplo, “¿Qué hacer
en caso de sismo?” o “¿Qué hacer en caso de incendio?”.
También se realizan simulacros en las escuelas y oficinas como
medidas de prevención.
Una de las formas para prevenir los desastres es conocer y trazar
mapas de riesgos, ubicando en ellos los fenómenos naturales y
humanos que puedan amenazar una localidad. Se debe indicar la
distribución geográfica de los riesgos y la probabilidad de ocurrencia
de un desastre, además de informar sobre su posible alcance dentro
del territorio. También es importante que se representen las rutas de
evacuación y los lugares o áreas de seguridad a las cuales se puede
dirigir la población afectada en caso de emergencia.
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V
Bloque