ESPAÑOL
99
I
Palpó los pantalones del detenido y allí donde se
produjo un ruido metálico, introdujo la mano y sacó
las llaves. Daniel las recogió en el aire. El jeep partió y
las madres se precipitaron a la calle, agarraron a sus
hijos del cuello y los metieron a sus casas. Pedro se
quedó cerca de Daniel en medio de la polvareda que
levantó el jeep al partir.
—¿Por qué se lo llevaron?
Daniel hundió las manos en los bolsillos y apretó
las llaves.
—Mi papá está contra la dictadura.
Pedro ya había escuchado eso de “contra la dicta-
dura”. Lo decía la radio por las noches, muchas veces.
Pero no sabía muy bien qué quería decir.
—¿Qué significa eso?
Daniel miró la calle vacía y le dijo como en secreto:
—Que quieren que el país sea libre. Que se vayan
los militares del gobierno.
—¿Y por eso se los llevan presos? —preguntó Pedro.
— Yo creo.
—¿Qué vas a hacer?
—No sé.
Un vecino se acercó a Daniel y le pasó la mano por
el pelo.
—Te ayudo a cerrar —le dijo.
Pedro se alejó pateando la pelota y, como no había
nadie en la calle con quien jugar, corrió hasta la otra
esquina a esperar el autobús que traería a su padre de
regreso del trabajo.
Cuando llegó, Pedro lo abrazó y el papá se inclinó
para darle un beso.
—¿No ha vuelto aún tu mamá?
—No —dijo Pedro.
—¿Jugaste mucho?
—Un poco.
Sintió la mano de su papá que le tomaba la cabeza
y la estrechaba con una caricia sobre la camisa.
—Vinieron unos soldados y se llevaron preso al
papá de Daniel.
—Ya lo sé —dijo el padre.
—¿Cómo lo sabes?
—Me avisaron por teléfono.
—Daniel se quedó de dueño del almacén. A lo me-
jor ahora me regala caramelos —dijo Pedro.