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Entra don Rosalío con espuelas, sombrero tejano,
chaqueta de militar y blandiendo un sable, da una
vuelta al escenario con toda la agilidad que le permiten
sus piernas, mientras Juan y Zenaida lo miran primero
asustados, después asombrados y luego tristísimos al
acordarse de sus desventuras.
DON ROSALíO:
(
Recobrando la serenidad
) ¿Qué les pasa?, ¿por qué
están tan tristes?
JUAN:
Ya nos dejaron en la calle.
ZENAIDA:
Ni mi rebozo dejaron.
DON ROSALíO:
(
A Zenaida
) Te dije que eran como zopilotes, mucha-
cha, pero no me hiciste caso.
Zenaida llora a moco tendido, y Juan la imita. Se abrazan.
DON ROSALíO:
Pero no se apuren, muchachos, que mientras hay
vida, hay esperanza.
JUAN:
Pero si faltan tres meses para la cosecha.
ZENAIDA:
Y el año no viene muy bueno.
JUAN:
Y nadie me da trabajo aquÍ. Y si voy fuera, me hacen
la misma.
ZENAIDA:
¡Ay, qué tristeza!
JUAN:
¡Ay, qué dolor!
DON ROSALíO:
Calma, señores, yo voy a ayudarlos.
JUAN:
Pero si usted no tiene ni un centavo, don RosalÍo.
DON ROSALíO:
Pero tengo mañas. Acuérdate, Juan, que más sabe el
diablo por viejo que por diablo. Vengan.
Salen los tres. Entran, después de un momento, don
Nabor, don Cenón y doña Brújula, con chamarra,
sarape y rebozo, respectivamente.
DON NABOR:
¡Qué contento estoy con mi chamarrita!
DON CENÓN:
¡Y yo con mi sarape!
DOÑA BRúJULA:
¡Y yo con mi rebozo!
DON NABOR:
Vamos a bailar, porque hicimos un negocio muy bueno.
Suena la música. Ellos bailan. Cuando termina el baile
entra don Rosalío, sin chaqueta militar, ni espuelas, ni
sombrero, ni sable, pensativo.
DON CENÓN:
¿En qué piensa, don RosalÍo?
DON NABOR:
¿Por qué está tan cabizbajo?
DON ROSALíO:
Estoy acordándome de una cosa.
DON CENÓN:
¿De qué se acuerda usted?
DOÑA BRUJULA:
¿De algo muy triste?
DON ROSALíO:
De una historia.
DON NABOR:
¿Cuál historia?
DON ROSALíO:
La historia del valiente Nicolás.
DON CENÓN:
¿La oyó usted?
DON ROSALíO:
La vi.
DON NABOR:
¿En dónde?
ANEXO 2