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SECUENCIA 1
Una ventana al cielo
Y aquí es donde entra mi anécdota personal. La venta-
na del estudio donde escribo da al poniente y tengo
una vista muy limpia del horizonte porque vivo en la
margen occidental de la Ciudad de México. Hace unos
años marqué en el
antepecho
de la ventana las posi-
ciones por las que se metía el Sol en distintas fechas
(observándolas siempre desde el mismo lugar, con la
espalda pegada al clóset). El 22 de diciembre el Sol se
ponía en el extremo izquierdo de mi ventana, detrás
de unos árboles. El centro de la ventana correspondía,
creo, a un día de febrero y otro de octubre. Los equi-
noccios ocurrían cerca del
extremo derecho y el sols-
ticio de verano se salía
completamente del cam-
po visual de mi ventana.
Lo mismo hacían los astrónomos de la antigüedad,
pero en vez de ventanas usaban alguna característica
del horizonte (una montaña, un árbol lejano) para
identificar los puntos de importancia astronómica.
Los arqueólogos han descubierto muchas construc-
ciones antiguas orientadas con base en mediciones
astronómicas. Lástima que, cuando pintamos la casa
hace dos años, se me olvido pedir que no pintaran el
antepecho y mis marcas no perduraron para impre-
sionar a los arqueólogos del futuro.
Con el experimento de la ventana (que recomien-
do fervientemente a quien tenga la oportunidad de
hacerlo), entendí los mo-
vimientos anuales del Sol
y también que debía ha-
ber dos días al año en
que el Sol, saliendo por
cierto punto del hori-
zonte, a mediodía pasara
por el cenit. Pero, ¿en qué
fechas ocurría? Me pare-
ció evidente que las fe-
chas tendrían que depen-
der de la latitud donde
uno se encontrara. Algu-
nos libros modernos de
astronomía no mencio-
nan el paso cenital del
Sol. La mayoría fueron
escritos en países situa-
dos al norte del trópico
de Cáncer, donde el Sol
nunca llega al cenit. El único remedio, me dije, era
buscar yo mismo una fórmula para calcu-
lar estas fechas.
Que
Kepler
me
perdone
De modo que, una mañana
de ocio, me puse a hacer di-
bujos en un cuaderno. Di-
bujé la bóveda celeste, los
trópicos, el ecuador celeste,
la eclíptica (que es el camino aparente del Sol en la
bóveda celeste a lo largo del año) y me puse a hacer
cálculos. Después de un rato largo pero muy entrete-
nido, di con la fórmula para el número de días (al que
llamé D) que hay entre el equinoccio de primavera y la
primera fecha del Sol cenital para una latitud dada
(que denoté por L). Para calcular la segunda fecha bas-
ta contar el mismo número de días
hacia atrás
a partir
del equinoccio de otoño.
La fórmula da las fechas con una precisión de tres
o cuatro días porque, para hacerla más simple, supuse
que la órbita de la Tierra
es circular y que el pla-
neta la recorre con rapi-
dez constante: que Ke-
pler me perdone. Dado
que la fórmula no es
exacta, puedes salir al
Sol tres o cuatro días an-
tes o después de la fecha
indicada en la tabla con
el mismo efecto (o casi).
Aquí están, pues, las
fechas
correctas
para
salir a celebrar la máxi-
ma energía del Sol en
Johannes Kepler
(1571-1630):
astrónomo alemán,
descubrió
que la órbita de
los planetas es elíptica y
no circular.
antepecho:
baranda.
h
o
r
i
z
o
n
t
e
nadir
Norte
Sur
cenit
Este
Oeste
polo norte
celeste
polo sur
celeste
ecuador
celeste
h
o
r
i
z
o
n
t
e
L
a
b
ó
v
e
d
a
c
e
l
e
s
t
e
Salida del sol:
1) solsticio de verano;
2) equinoccios;
3) solsticio de invierno
1
2
3
D =
arcsen
T
360°
L
°
T:
duración del año solar en días = 365.24 días
°
:
Inclinación del eje de rotación de la Tierra = 23.5°
L:
latitud del observador
D:
número de días que faltan para el sol cenital a partir del equinoccio de primavera