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Foto: Christa Cowrie, “Wuppertal Tanztheater”, en
La vida de la escena la escena de la vida. Obra fotográfica
,
México, INBA/CENIDI-Danza, 2005.
Otro elemento muy sugerente son las máscaras, pues su uso puede cambiar por completo la
significación de algún movimiento
de la obra en su conjunto. Pueden utilizar máscaras muy
simples elaboradas con una bolsa de papel, con máscaras elaboradas con yeso. Quizá alguna
de la inmensa variedad de máscaras populares que se utilizan en las danzas con fines rituales.
También pueden maquillarse la cara o todo el cuerpo, como lo hacen en algunas danzas
tarahumaras, orientales y africanas. Retomen alguna de las secuencias de grupo y descubran
las significaciones que adquiere su trabajo al incluir alguno de estos elementos.
Para muchos la división entre teatro y danza resulta un tanto artificial, pues el buen bailarín
debe crear una dramaturgia, una acción dramática, para la interpretación de la obra dancística.
De manera que cuando crea el personaje, cuando interpreta la obra, es un actor que, en lugar
de la palabra hablada o la pantomima, utiliza el movimiento para comunicarse. Un bailarín-actor
no se limita a bailar, sino que baila comunicando; de este modo, asume su “responsabilidad
dramatúrgica”, rechaza el papel de simple repetidor y se erige en co-creador de la obra;
reconoce que el entrenamiento físico sólo mantiene al cuerpo en “estado de creatividad”, por
ello emprende también un entrenamiento mental, para desarrollar “el músculo de la
imaginación” y encontrar el puente “que une la orilla física y la orilla mental del proceso creativo”
(Féral, Mnouchkine y Barba citado en Ponce, 2006:119-122).
Este proceso ocurre cuando dotan de sentido a sus danzas y las interpretan tratando de que
sean significativas para el espectador; que lo conmuevan. Para lograr una mayor conciencia del
trabajo dramatúrgico conviene realizar una actividad propia del proceso de crear dramaturgia.
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