216
Libro para el maestro
A N E X O 2
ROSAURA
:
La vida, señor, me has dado,
y pues a tu cuenta vivo,
eternamente seré
esclavo tuyo.
CLOTALDO
:
No ha sido
vida la que yo te he dado,
porque un hombre bien nacido,
si está agraviado, no vive;
y supuesto que has venido
a vengarte de un agravio,
según tú propio me has dicho,
no te he dado vida yo,
porque tú no la has traído;
que vida infame no es vida.
[Aparte]
(Bien con aquesto le animo.)
ROSAURA
:
Confieso que no la tengo,
aunque de ti la recibo;
pero yo con la venganza
dejaré mi honor tan limpio,
que pueda mi vida luego,
atropellando peligros,
parecer dádiva tuya.
CLOTALDO:
Toma el acero bruñido
que trajiste, que yo sé
que él baste, en sangre teñido
de tu enemigo, a vengarte;
porque acero que fue mío
(digo este instante, este rato
que en mi poder le he tenido)
sabrá vengarte.
ROSAURA:
En tu nombre
segunda vez me le ciño,
y en él juro mi venganza,
aunque fuese mi enemigo
más poderoso.
CLOTALDO:
¿Eslo mucho?
ROSAURA:
Tanto, que no te lo digo,
no porque de tu prudencia
mayores cosas no fío,
sino porque no se vuelva
contra mí el favor que admiro
en tu piedad.
CLOTALDO:
Antes fuera
ganarme a mí con decirlo;
pues fuera cerrarme el paso
de ayudar a tu enemigo.
[Aparte.]
(¡Oh, si supiera quién es!)
ROSAURA:
Porque no pienses que estimo
tan poco esa confianza,
sabe que el contrario ha sido
no menos que Astolfo, duque
de Moscovia.
CLOTALDO:
[Aparte.]
(Mal resisto
el dolor, porque es más grave
que fue imaginado, visto.
Apuremos más el caso.)
Si moscovita has nacido,
el que es natural señor
mal agraviarte ha podido;
vuélvete a tu patria, pues,
y deja el ardiente brío
que te despeña.
ROSAURA:
Yo sé
que, aunque mi príncipe ha sido,
pudo agraviarme.
CLOTALDO:
No pudo,
aunque pusiera, atrevido,
la mano en tu rostro.
[Aparte.]
(¡Ay cielos!)
ROSAURA:
Mayor fue el agravio mío.
CLOTALDO:
Dilo ya, pues que no puedes
decir más que yo imagino.