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Libro para el maestro
A N E X O 2
ROSAURA:
Sí dijera; mas no sé
con qué respeto te miro,
con qué afecto te venero,
con que estimación te asisto,
que no me atrevo a decirte
que es este exterior vestido
enigma, pues no es de quien
parece: juzga advertido,
si no soy lo que parezco,
y Astolfo a casarse vino
con Estrella, si podrá
agraviarme. Harto te he dicho.
[Vanse ROSAURA y CLARÍN.]
CLOTALDO:
¡Escucha, aguarda, detente!
¿Qué confuso laberinto
es éste, donde no puede
hallar la razón el hilo?
Mi honor es el agraviado,
poderoso el enemigo,
yo vasallo, ella mujer,
descubra el cielo camino;
aunque no sé si podrá,
cuando en tan confuso abismo
es todo el cielo un presagio
y es todo el mundo un prodigio.
JORNADA SEGUNDA
[Salón del Palacio Real.]
ESCENA I
BASILIO, CLOTALDO.
CLOTALDO:
Todo como lo mandaste,
queda efectuado.
BASILIO:
Cuenta,
Clotaldo, cómo pasó.
CLOTALDO:
Fue, señor, desta manera:
con la apacible bebida,
que de confecciones llena
hacer mandaste, mezclando
la virtud de algunas hierbas,
cuyo tirano poder
y cuya secreta fuerza
así al humano discurso
priva, roba y enajena,
que deja vivo cadáver
a un hombre, y cuya violencia,
adormecido, le quita
los sentidos y potencias…
—No tenemos que argüir
que aquesto posible sea,
pues tantas veces, señor,
nos ha dicho la experiencia,
y es cierto, que de secretos
naturales está llena
la Medicina, y no hay
animal, planta ni piedra
que no tenga calidad
determinada, y si llega
a examinar mil venenos
la humana malicia nuestra
que den la muerte ¿qué mucho
que, templada su violencia,
pues hay venenos que maten
haya venenos que aduerman?
Dejando aparte el dudar,
si es posible que suceda,
pues que ya queda probado
con razones y evidencias…
Con la bebida, en efecto,
que el opio, la adormidera
y el beleño compusieron,
bajé a la cárcel estrecha
de Segismundo, y con él
hablé un rato de las letras
humanas, que le ha enseñado
la madre naturaleza
de los montes y los cielos,
en cuya divina escuela
la retórica aprendió
de las aves y las fieras.
Para levantarle más
el espíritu a la empresa
que solicitas, tomé
por asunto la presteza
de un águila caudalosa,
que, despreciando la esfera
del viento, pasaba a ser,
en las regiones supremas
del fuego, rayo de pluma,
o desasido cometa.