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No tuvo que buscar mucho. Muy pronto, encontró una coneja
oscura como la noche que hallaba a ese conejo blanco muy
simpático. Se enamoraron, se casaron y tuvieron un montón
de hijos, porque cuando los conejos se ponen a tener hijos,
no paran más.
Tuvieron conejitos para todos los gustos:
blancos, bien blancos; blancos medio grises;
blancos manchados de negro; negros
manchados de blanco; y hasta una conejita
negra, bien negrita.