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—Estoy de acuerdo —dijo el marido—.
Vamos a pensarlo hasta mañana. Nos
fijaremos bien cuáles son las tres cosas
que nos hacen falta y las pediremos.
La mujer cogió las tenazas para avivar el
fuego y viendo que los carbones estaban
bien encendidos, exclamó sin darse
cuenta:
—¡Me gustaría tener una enorme
salchicha y asarla para la cena!
En cuanto dijo esas palabras una
gran salchicha cayó por la chimenea.