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Acto seguido, le preguntó a su marido si
habría alguna posibilidad de deshacerse de
la Pobreza.
El hombre, preocupado ante la sugeren-
cia de su mujer, se sentó y se puso a pensar.
Entonces, se dirigió a la leñera y se llevó
consigo una plancha grande de madera.
A continuación, llamó a su mujer y juntos
se adentraron en el bosque.
Después de caminar un buen trecho, el hombre miró atrás
y vio que la Pobreza los seguía. Continuaron caminando hasta
llegar a un torrente de aguas profundas. Entonces, colocó la
plancha de madera para que pudiera pasar su mujer. Inme-
diatamente después, pasó él y retiró la plancha antes de que
la Pobreza pudiera alcanzarla. Pero cuando volvió a mirar atrás,
vio cómo la Pobreza había colocado un enorme tronco a modo
de puente para cruzar el río y seguir así, persiguiéndolos.
El hombre sabía de la existencia de un viejo tronco de árbol
hueco en medio del bosque. Cuando llegaron hasta él, dejó la
plancha, cortó una rama y empezó a darle la forma de unas
cuñas de madera. La Pobreza se acercó aún más para ver qué
estaba haciendo.
—¡No puedo seguir viviendo con la Po-
breza! —dijo el hombre a su mujer en voz
alta—. Me voy a encerrar en este tronco
hueco para que no pueda alcanzarme nun-
ca más. Tú, esposa mía, tendrás que clavar
rápidamente las cuñas para sujetar la plan-
cha, y dejar a la Pobreza fuera.
—Así lo haré, esposo mío —respondió
la mujer, que enseguida se dio cuenta de que
su marido estaba tendiendo una trampa.