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La vida en el campo giraba principalmente en torno a las
haciendas, las cuales fueron construidas por los indígenas mayas
bajo la vigilancia de los dueños españoles. Las haciendas eran tan
grandes que se necesitaban varias horas o días para recorrerlas a
caballo.
En la parte más bonita estaba la casa del patrón; cerca se
encontraba la casa del administrador que era menos lujosa.
Durante algún tiempo ambas casas estuvieron protegidas de las rebeliones campesinas por
paredes de concreto bastante elevadas.
Más allá de los potreros, corrales y campos de cultivo, los peones tenían sus casas: un cuarto en el que
toda la familia dormía, cocinaba y comía; generalmente era de piso de tierra y paredes de adobe, a veces
sin ventanas ni puertas.
Recordarás que en las haciendas había tiendas de raya que eran propiedad del patrón, donde se
daba despensa a los peones como préstamo y el pago se descontaba de su sueldo. La hacienda
también contaba con una iglesia y una cárcel.
A los patrones o hacendados también se les llamaba terratenientes, y eran atendidos por los
indígenas en sus grandes casas.
Además de los indígenas había otras personas que hacían otro tipo de trabajo para proteger, cuidar
y servir en las haciendas.
Se vestían de acuerdo con el trabajo que hacían.
Sus diversiones eran las bodas y las festividades religiosas, entre otras.
Exhacienda Uayamón.