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Los primeros pobladores creían que el desierto no tenía fin y
que era propiedad de todos.
Para comprender aún más la relación que los primeros
pobladores de Coahuila de Zaragoza establecieron entre la
naturaleza y la sociedad, leamos el siguiente fragmento de un
texto de Carlos Manuel Valdés (
Magia, mitos
, 1995).
Un dios personal, conductor del universo, en relaciÓn continua
con los hombres es, tal vez, un dios que no existiÓ para estos
hombres y mujeres. El paraÍso y el infierno les eran desconocidos.
Lo que sÍ estaba en su mente era alguna forma de vida o
presencia de los difuntos.
”CreÍan en alguna forma de ser supremo, en alguna fuerza
externa y extraña ni buena ni mala y que formaba parte de la
naturaleza y de ellos mismos.
”Reverenciaban o temÍan a los remolinos que se formaban en
el desierto. HuÍan del humo cuando se quemaban las astas de
un venado. TenÍan miedo ante la presencia de un cometa o un
eclipse. TenÍan la costumbre de entregar algÚn tipo de ofrendas
a esos fenÓmenos naturales a los que personalizaban de alguna
manera; por ejemplo, ofrendaban un venado a un cometa
quemÁndolo para que el humo, al ascender, llevara ese animal/
sÍmbolo hacia el cometa. Pero en caso de que el humo no subiera
al cielo, la preocupaciÓn crecÍa y algunos hombres azotarÍan con
cuerdas al humo para obligarlo a ir hacia arriba. Se producÍan
heridas y arrojaban su propia sangre a la lumbre. Los indÍgenas
creÍan en el desierto como el lugar sin lÍmites, y en la naturaleza
como el Ámbito comÚn de todos. Su relaciÓn con los demÁs se
daba entre pelear o hacer alianzas”.
• Los primeros habitantes de
Coahuila de Zaragoza no eran
agricultores, por lo cual no
fueron sedentarios. Todos
los grupos eran nÓmadas,
y la naturaleza los hizo
especializarse para aprovechar
razonablemente los recursos
que les ofrecÍa.
¿Sabías que.
..?
ElaboraciÓn de utensilios
de caza y recolecciÓn de
plantas.
Ritos astrológicos chichimecas
Los indÍgenas observaban que cuando
habÍa un cometa mucha gente
morÍa. La primera noche, luego que
comenzaba a aparecer el cometa,
para aplacarlo y advertirle que no les
hiciera daño, salÍan primero de dos
en dos de todas las edades, varones
y mujeres, desde los siete años para
arriba, llevando unas canastillas en la
mano derecha con pescados, frutas y
mezquite, otras frutas y hierbas que
ellos comÍan, y en la izquierda una
flecha, con su punta de pedernal sobre
el coraz n. DespuÉs, ven²an cuatro
viejos manchados y pintados cada uno
con un azote de cuero. La ofrenda era
quemada en una hoguera para que
soltara el humo, subiera hasta donde
estaba el cometa para que comiera y
no les hiciera daño. Los cuatro viejos
por todas partes azotaban al fuego
que comenzaba a levantarse, y si acaso
se levantaba alg³n aire fuerte que lo
deshiciera y desbaratara, lo ten²an por
mal agüero, por lo que comenzaban a
llorar y se punzaban los pechos y brazos
con espinas hasta sangrarse. Recog´an
la sangre en j´caras y la juntaban con
un poco de agua, cortaban los cabellos
de una doncella para hacer un hisopo
con que rociaban el aire en cuatro
direcciones y los viejos daban gruñidos
horrendos. Posteriormente, echaban
en la hoguera la sangre que hab´a
quedado, volv´an a azotar el humo que
de ella sal´a y al ver que iba derecho
quedaban contentos sin temer al
cometa ni a la muerte. Entonces hac´an
un baile, en el que ellos se pon´an colas
de zorras o plumas en la cabeza porque
el cometa ten´a cola o plumaje.