115
Entonces la muerte, quien ya tenía los pies
hinchados dentro de los botines enlodados,
y la camisa negra, más que sudada, sacó su
reloj y consultó la hora:
“¡Dios! ¡Las cuatro y media! ¡Imposible! ¡Se
me va el tren!” Y echó la muerte de regreso,
maldiciendo.
Mientras, a dos kilómetros de
allí, Francisca escardaba de malas
hierbas el jardincito de la escuela.
Un viejo conocido pasó a caballo y,
sonriéndole, le echó a su manera
el saludo cariñoso:
—Francisca, ¿cuÁndo te vas a
morir?
Ella se incorporó asomando
medio cuerpo sobre las rosas,
y le devolvió el saludo alegre:
—Nunca —dijo—, siempre hay
algo que hacer.
Si te gustó cómo engaña Francisca
a la muerte aprovechando el tiempo,
también te gustará
El misterio
de la máscara de serpiente
, de tu
Biblioteca Escolar.