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—¿A dónde van?
—A todas partes, a todos los puertos, a todas
las costas, a todos los horizontes.
—¡Quiero ir con ellos! —exclamó el caballo
de arena.
—¿Tú? —se burló la gaviota, riendo y dando
vueltas en el aire—. Tú sólo eres un caballo de
arena. Tú no puedes ir con ellos.
Y todas las otras gaviotas se unieron al coro
de risas y burlas.
Entonces el caballo de arena trató de moverse.
Era un caballo al galope, pero estaba fijo
en la playa. ¡No podía ir con ellos!
El cielo se fue oscureciendo. Las gaviotas se
alejaron. El rugido del mar se hizo más fuerte.
Ahora el caballo oía mucho más cerca los
relinchos.
—¡Ven con nosotros! —llamaban.